miércoles, 18 de febrero de 2009

ANTAÑO


Tiene 93 años y sufre porque muchos niños mueren de hambre por día…
Un suspiro tembloroso hace eco en cada rincón de su casa y tomando recetas que utilizaba en su juventud decide pasar a la acción. Mete en el horno una torta a la que adorna con las utopías de lejanas banderas y se sienta a esperar, ansioso.
Cuando la torta esta lista la saca a la ventana con un gesto de sincera entrega.
A los diez minutos otros viejos como él lo rodean y le dan la mano, lo abrazan, lo felicitan, cuentan anécdotas, ríen orgullosos, disparan imágenes que abren heridas de nostalgias…
Pero los chicos no se acercan… ni siquiera miran la torta a pesar de que llevan mucho tiempo sin tener una comida digna…
El hombre, aterrado, presiente el error… Pero luego se convence de que la torta no tiene nada de malo.
Es demasiado tarde para cuestionar algunas cosas. Mejor es pensar que todo eso no fue una pérdida de tiempo.
Se suma a las historias de los demás… pero sin mirarlos a los ojos.
No deja de pensar en que los niños seguirán muriendo…
Y él tiene 93 años.

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